UN HOGAR SANO
Largos años de experiencias e investigaciones en el campo de las radiaciones y de la geobiología nos han permitido establecer que existen distintos factores que limitan y reducen el nivel energético del organismo.
El primer y más importante elemento de riesgo suele ser la modificación de la radiación cosmotelúrica, seguido de la contaminación electromagnética artificial, de la pésima calidad del aire que respiramos en nuestras casas y ciudades, del ruido, sin olvidar la contaminación química en los hogares, los productos de limpieza, los tejidos artificiales o tratados químicamente, las pinturas y barnices tóxicos. A ello hay que añadir una alimentación inadecuada –compuesta de productos demasiado refinados y muchas veces tóxicos, cuando no cancerígenos–, así como los pensamientos, actitudes y hábitos nocivos.
SISTEMA INMUNOLÓGICO
Cuando la permanencia en un lugar perturbado por corrientes de agua subterránea, fracturas geológicas, etc., se prolonga, nuestro sistema inmunológico, desbordado por la intensidad y/o por el tiempo de exposición, comienza a perder eficacia.
Esto nos hace más sensibles a cualquier elemento patógeno que en circunstancias normales sería contrarrestado, pero que en estas condiciones puede resultar altamente perjudicial. Una vez que el sistema inmunológico del organismo comienza a ver reducida su eficacia, la geopatía comienza a desarrollarse en el organismo y a mostrar más claramente sus síntomas: especialmente durante los cambios climáticos bruscos, las variaciones atmosféricas y las fuertes oscilaciones barométricas.
Todos los organismos, por resistentes que sean, terminan debilitándose antes o después por la influencia patógena de vivir en lugares alterados. Se ha podido observar que la estancia prolongada sobre corrientes de agua subterránea generalmente da lugar a un envejecimiento prematuro y a una pérdida de vitalidad por parte de las personas expuestas.
PERTURBACIONES MEDIOAMBIENTALES
Una corriente de agua subterránea perturbadora de las constantes naturales puede permanecer invariable en su recorrido durante siglos o cambiar su curso debido a fenómenos naturales, como corrimientos de tierras, terremotos, etc., o a obras realizadas en sus proximidades, especialmente en las ciudades, donde con frecuencia se construyen nuevas infraestructuras subterráneas que transforman la configuración del subsuelo. La construcción de un medio de transporte como el metro, por ejemplo, puede eliminar una zona alterada o crearla en otro lugar.
Lo mismo sucede con el despliegue de nuevas antenas de telefonía móvil, wifi, líneas eléctricas, transformadores, etc., que pueden alterar el medio ambiente cercano o aumentar las radiaciones que emitían en un principio.
Es conveniente, pues, testar el estado de salubridad de nuestra vivienda o puesto de trabajo de vez en cuando –de la misma manera que es recomendable someterse a un chequeo médico cada cierto tiempo–, especialmente si hemos advertido algún síntoma inusual o injustificado: estrés, cansancio, insomnio, cambios de comportamiento, etc.
Normalmente observamos que pasan meses o años antes de que aparezcan los primeros trastornos ocasionados por el estímulo geopático; sin embargo, en algunas ocasiones es posible detectar dichos síntomas desde un principio de estar en un lugar alterado.
INDICIOS Y COMPROBACIÓN
En cualquier caso, ante síntomas o malestares injustificados es conveniente desplazar la cama, el sitio de trabajo, estudio o asueto hasta encontrar un lugar apropiado donde éstos se reduzcan o desaparezcan.
Hay indicios que en ocasiones nos pueden servir para detectar la presencia de lugares alterados. Los malos olores pueden tener relación con zonas geopatógenas, sobre todo en plantas bajas y viviendas unifamiliares, al igual que las humedades o grietas en la estructura del edificio o en la escayola del techo. Todo ello son indicios de que puede existir alguna alteración geofísica, como corrientes de agua o fracturas geológicas, aunque hay que considerar que también pueden originarse por una deficiente construcción.
Determinados árboles, y especialmente algunos tipos de plantas y flores (rosas, begonias, azaleas, girasol, regaliz…) puede ser un buen indicativo de la salubridad de un lugar. Si su crecimiento es anómalo es probable que estemos en un lugar alterado, especialmente si se trata de flores cortadas. Si las colocamos en un lugar libre de alteraciones se mantendrán frescas durante mucho más tiempo que otras situadas en una zona geopatógena.
Asimismo, para comprobar si un lugar está alterado geofísicamente se pueden preparar platos de agua con sal a punto de saturación y dejarlos distribuidos en distintos sitios durante varios días: los que estén en un lugar alterado cristalizarán de forma irregular; por el contrario, los que estén situados en un lugar neutro lo harán de forma más uniforme.
Estos son sistemas de detección al alcance de personas que no practiquen la radiestesia o no dispongan de aparatos de medición, o simplemente para comprobar por varias vías la salubridad del lugar.
RAÚL DE LA ROSA
Contacta: info@contaminacionelectromagnetica.org